miércoles, 5 de diciembre de 2007

¿Son lícitas las relaciones sexuales antes del matrimonio?

1ª Corintios 6:13 b dice: “Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo.”
¿Sabías tú que en la Biblia a las relaciones sexuales antes del matrimonio se les llama ‘fornicación’? Ese es el nombre correcto. El mundo no le llama fornicación, porque el mundo quiere presentar esa relación como inocua, atractiva y placentera, y como que no deja ninguna secuela, ni produce ningún problema; es solamente una ‘interesante relación’, ‘un buen momento’, etc. Pero es una fornicación.
El mayor pecado: el pecado contra el cuerpo
Leamos también el 16 y el 20: “¿O no sabéis que el que se une con una ramera es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne… Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.
Aquí se habla de que hay que huir de la fornicación, (después vamos a ver que ante estas cosas tú puedes huir o no huir). Lo que aquí se dice es que hay que huir, ¿y uno huye delante de qué? ¡Uno huye delante de un peligro! Yo creo que no es necesario decirte que huyas cuando ves a un león, ¡lo haces espontáneamente! Pero de este otro asunto probablemente tú no huyas espontáneamente, al contrario, te vas a sentir atraído, y por eso la Escritura dice: “Huid de la fornicación”. Así como en otro lugar de las Escrituras dice: “Huye de las pasiones juveniles” (2ª Tim2:22).
Aquí se dice algo que es privativo de la fornicación, que lo diferencia de cualquier otro pecado. ¿Qué es eso? ¿Y cuál es la gravedad de este pecado por sobre otros? Es que el que fornica, peca contra su propio cuerpo, en cambio los otros pecados están fuera del cuerpo.
El triste saldo de la fornicación
Vamos ahora a Proverbios 5:1-6: “Hijo mío, está atento a mi sabiduría, y a mi inteligencia inclina tu oído, para que guardes consejo, y tus labios conserven la ciencia. Porque los labios de la mujer extraña destilan miel, y su paladar es más blando que el aceite; mas su fin es amargo como el ajenjo, agudo como espada de dos filos. Sus pies descienden a la muerte; sus pasos conducen al Seol. Sus caminos son inestables, no los conocerás, si no considerares el camino de la vida.”


Consérvate puro
¿Cómo conservarse puro? Vamos a leer el Salmo 119:9-11: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. Lo primero, amado hermano joven, es tener la palabra del Señor en el corazón, tenerla cerca, leerla, llenarse de la palabra.
Evitar malas compañías
Veamos ahora algo más sobre esto. El versículo 63 de este mismo capítulo 119: “Compañero soy yo de todos los que te temen, y guardan tus mandamientos”. Te pregunto directamente: ¿De quién eres compañero? ¿De los que temen al Señor, de los que guardan sus mandamientos? Mira, si tú eres compañero de los que no temen al Señor y no guardan su palabra, entonces, estás en peligro.

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